Los funcionarios deben ser revolucionarios comunistas que encarnan el ideal y el espíritu del período de la fundación del Partido

Pyongyang, 11 de octubre (ACNC) -- El estimado compañero Kim Jong Un publicó el 10 de octubre del 113 de la era Juche (2024) en Rodong Sinmun, órgano del Comité Central del Partido del Trabajo de Corea, la disertación intitulada "Los funcionarios deben ser revolucionarios comunistas que encarnan el ideal y el espíritu del período de la fundación del Partido".

El texto íntegro va como sigue:

Hoy celebramos el aniversario 79 de la fundación del Partido del Trabajo de Corea, gran orientador de la revolución del Juche, en medio del avance impetuoso en que abrimos con seguridad la nueva era del fortalecimiento de todo el Partido y la del desarrollo integral para la prosperidad del Estado.

Una mirada retrospectiva a la prolongada y gloriosa trayectoria de lucha nos eleva el orgullo de la grandeza de nuestro Partido que, junto con la revolución, el pueblo y el Estado coreanos, ha escrito la historia más larga en el poder socialista y nos hace apreciar más la inaudita historia de la fundación del Partido emprendida por los mártires revolucionarios y las hazañas realizadas por ellos.

Con motivo de esta significativa fecha, rindo eterna gloria y sincero homenaje a los revolucionarios de la primera generación del Partido quienes en su lucha ardua y complicadísima lograron excelentemente la histórica causa de la creación del Estado Mayor de la lucha revolucionaria.

De igual forma, saludo cordialmente a todos sus militantes y pueblo que, imbuidos de la plena confianza en el Partido y la firme fe en la victoria de la revolución, siguen con invariable lealtad al Partido en medio de las duras pruebas y dificultades y se consagran de lleno para materializar su programa de lucha.

Resulta muy significativo recordar en este día histórico en que se logró la causa de la fundación del Partido qué es su naturaleza intrínseca, cómo rayó su primera alba y cuál fue el comienzo de su historia gloriosa y victoriosa y, al mismo tiempo, constatar la justeza de la línea de su construcción en la etapa actual, plasmada hoy por el Partido, y reafirmar la fe y la voluntad revolucionarias de ser fiel a su causa.

El año próximo se cumple su octogésimo aniversario.

Un partido revolucionario con la historia más larga en el poder, esta no es una retórica sencilla.

El hecho de que se destaque el valor trascendental de esa fecha que declaró al mundo el nacimiento de la vanguardia de la revolución coreana no se debe únicamente a que por ese día el Partido ha podido batir el récord con su historia más larga en el poder socialista.

Más que a ello, se debe a que con el avance de la revolución, defender con firmeza todos los valiosos acervos y tradiciones logrados en el período incipiente del Partido se plantea como un asunto importante que decide su futuro desarrollo y a que hoy en día nosotros mismos somos muy conscientes de ello.

Los casi ochenta años sagrados del PTC en el poder y las grandes hazañas que ha acumulado en ese lapso para la patria, el pueblo, la época y la revolución tienen su origen en el particularmente profundo ideal y espíritu del periodo de su fundación y en su segura continuación.

Durante un largo lapso desde el comienzo solemne del Partido hasta la fecha, ha preservado con certeza su carácter revolucionario y naturaleza intrínseca sin parangón, sin desviarse ni descolorarse jamás y ha conducido siempre a la victoria la obra socialista contando con el pleno apoyo y confianza de las masas populares, todo esto porque en todo momento ha sido fiel al ideal y el espíritu del período de su fundación y los ha continuado con firmeza generación tras generación.

Los factores decisivos y fundamentales de la existencia y el desarrollo de un partido son el ideal y el espíritu en que se fundamentan para su fundación, así como la manera en que conserva su pureza.

Como cuestión referente al origen histórico y naturaleza intrínseca del Partido y a la vez a la arteria que les da continuidad, ello adquiere una significación absoluta en su construcción y actividades.

El referido ideal y espíritu, sin par en la historia de los partidos gobernantes de la clase obrera, contienen una gran verdad que comprueba su eterna veracidad en el empeño de explorar y encontrar la manera original de construir el partido revolucionario y consolidar la base organizativa e ideológica para su fundación.

Este gran legado espiritual es el motor que le permite al Partido jucheano mantener su carácter y linaje de la organización revolucionaria jucheana que, con la idea revolucionaria del líder como única guía rectora, lucha para construir una sociedad comunista que realice completamente los ideales del pueblo, incrementar sin cesar su capacidad de gobierno y dirección y seguir por la senda triunfante.

Ya antes de nacer tenía afianzado cimiento espiritual que le aseguraba una vitalidad perpetua. De ahí que su trayectoria de lucha, ardua y complicada, ha estado sembrada de victorias y éxitos a cada paso.

Sin la herencia espiritual de la generación precursora de la causa de la fundación del Partido, no se habría podido crear una organización política de masas trabajadoras en un corto tiempo que siguió a la liberación del país en que imperaban las ideologías y doctrinas en todas sus manifestaciones y las distintas sectas, ni se habría concebido el milagro de alcance mundial de rechazar la agresión de la alianza imperialista y hacer alarde del prestigio y la gloria de la Corea incipiente, apenas se constituyeron el ejército y el Estado.

Cuando en varios países socialistas los partidos gobernantes pataleaban en el pantanal del revisionismo y dogmatismo y se produjo el cataclismo político de la resucitación del capitalismo, el Partido del Trabajo de Corea avanzó impetuoso enarbolando inalterablemente el programa socialista y comunista, lo cual lo encumbra como símbolo del partido revolucionario.

La historia de construcción de partidos obreros registra hechos trágicos de muchos partidos que, si bien comenzaron como vanguardias de la revolución que representaban las exigencias e intereses del pueblo trabajador, claudicaron ante los múltiples desafíos y ofensivas de la contrarrevolución, renunciaron al programa de lucha de los primeros días de su fundación y al espíritu revolucionario de su primera generación, se corrompieron, se desintegraron y finalmente pusieron fin a su existencia.

Si un partido procede al reformismo de su construcción pretextando los cambios del tiempo, inevitablemente se aparta de su ideal inicial, se destiñe en lo ideológico y espiritual y debilita su capacidad de mando.

El cambio y la innovación es una demanda legítima de su construcción y una condición sine qua non de su dirección política sobre el proceso revolucionario y constructivo.

Sin embargo, el ideal y el espíritu del partido revolucionario incipiente jamás deben sufrir alteraciones ni reformas, puesto que sintetizan su idea rectora, programa de lucha, excelentes experiencias y también el principio y el estilo que debe observar y plasmar en todo el proceso de su construcción.

Su verdadero valor no está solamente en que propulsan con vigor la causa de la fundación del Partido sino también en que, aun después de que este se funda, mantiene una vitalidad inagotable y propicia su mayor capacidad de mando y su futuro luminoso.

A partir de su noble sentido de responsabilidad y deber por el destino de la patria y el pueblo, nuestro Partido mantiene y hereda invariablemente el referido ideal y espíritu, sobreponiéndose a las adversidades sin precedentes, y por ello adorna su larga historia en el poder como la de continuo fortalecimiento, brillante orientación y abnegación al pueblo.

Ningún otro partido tiene una historia en el poder más antigua y rasgos superiores en la ideología, teoría, método de trabajo y disciplina.

La absoluta dignidad y grandeza con que se inviste solamente nuestro Partido confieren el carácter noble y grande a su ideal y espíritu iniciales. Su inagotable vitalidad da vida a estos últimos.

Hoy nuestro pueblo percibe en el corazón el valor de ese gran ideal y espíritu presenciando el desarrollo vertiginoso de la República que emerge valerosa superando dificultades insólitas y la venerable imagen de la potencia que posee una fuerza a la que nadie se atreva a oponerse.

El grandioso propósito inicial y continuación de un partido asegura su victoria y gloria del ayer, presente y mañana. Esta verdad resplandece en los casi ocho decenios de su trayectoria.

Esa gran verdad, ratificada por la historia, será inmutable eternamente.

La continuación inmaculada del ideal y espíritu incipientes del Partido que definen su carácter revolucionario y su modo de ser, así como su implementación cabal en su construcción y actividades, prometen los cien y mil años futuros y el desarrollo ininterrumpido del prestigioso y poderoso Partido del Trabajo de Corea.

Al frente de nuestro Partido que triunfa sin cesar gracias a su gran ideal y espíritu, deben situarse naturalmente los funcionarios más fieles a él.

En tanto se suceden las generaciones con el avance de la revolución, nuestros funcionarios, fuerzas medulares del Partido, deben ser revolucionarios comunistas que encarnan cabalmente el mencionado ideal y espíritu. Solamente así se cumplirán cabalmente los cinco puntos de la línea de construcción partidista, mejorando la imagen del Partido y afianzando por todos los medios su capacidad de combate.

De ahí que en un momento trascendental para su desarrollo, el Partido lanzó la consigna “¡Abramos una gran época de prosperidad de la construcción partidista de la nueva era heredando el ideal y espíritu de su fundación! y presentó como primera tarea revolucionaria de los cuadros heredar en una altura superior el ideal, la fe, el espíritu y el estilo de los revolucionarios de la primera generación que culminaron la obra de la fundación del Partido.

Dicho ideal y espíritu deben ser lo más esencial de los rasgos ideológicos y espirituales que debe poseer un revolucionario comunista de tipo jucheano.

La lealtad al líder, la abnegación a la causa revolucionaria, el espíritu de servicio al pueblo, la elevada conciencia de clases, el patriotismo socialista y la noble moral constituyen las importantes cualidades ideo-espirituales de ese revolucionario. Y los combatientes revolucionarios antijaponeses las encarnaban al máximo nivel.

Sin tomar el poder ni tener la retaguardia, durmieron a la intemperie en la llanura cubierta de nieve y con los recursos limitados emprendieron y culminaron la revolución. La historia legendaria de lucha de dos decenios y la sagrada de la fundación del Partido las escribieron ellos confiando solamente en el gran Líder Kim Il Sung, inspirados en el hermoso ideal del socialismo y comunismo y con la inquebrantable fe revolucionaria y el indoblegable espíritu de lucha.

Protagonistas de méritos inmarcesibles en la fundación del Partido, Estado y ejército, se mantuvieron rectos y honestos durante toda la vida y se dedicaron de lleno en aras de la prosperidad de la patria y la felicidad del pueblo.

Han transcurrido muchos años, pero el espíritu sublime de la primera generación de la revolución sigue siendo fuente inagotable de la formación de todas las generaciones posteriores como genuinos combatientes y comunistas.

En la actualidad, encarnar y plasmar cabalmente el ideal y el espíritu de cuando se fundaba el Partido se presenta como tarea más apremiante e importante para nuestros funcionarios, miembros de mando de la revolución.

Hoy nuestro Partido continúa potenciando la capacidad de defensa nacional frente a las maniobras de guerra agresiva de la alianza imperialista y lleva adelante la labor de gran envergadura para el desarrollo integral del socialismo.

Son enormes las tareas que tenemos por delante, pero lamentablemente son pocos los funcionarios preparados a quienes podemos confiarlas con toda seguridad.

Tanto la primera generación de la revolución que forjó aquel ideal y espíritu como la segunda que fue educada e influenciada directamente de ella y los veteranos fieles se nos van de este mundo. Para que los funcionarios de la presente generación puedan sustituir fidedignamente a sus predecesores y reemplazarlos desempeñando su papel, hace falta revolucionar constantemente a los cuadros y mejorar decisivamente su formación.

Precisamente por esta razón, el Comité Central del Partido concentra todos los esfuerzos para renovar el trabajo de cuadros subrayándoles la necesidad de vivir y luchar como la generación precursora que logró la causa de su fundación. En los últimos años concedió la mayor prioridad a la Escuela Central de Cuadros del Partido del Trabajo de Corea y consagró grandes esfuerzos para levantarla con excelencia como escuela política inigualable y primera matriz de la formación de cuadros partidistas.

Se aproxima a ochenta años la historia de nuestro Partido en el poder y llevamos más de medio siglo empeñados en implementar la orientación de formar la conciencia revolucionaria a los cuadros e imprimirles los rasgos de la clase obrera, pero nunca hemos planteado en primer plano el referido ideal y espíritu como bandera de la formación revolucionaria de los cuadros.

Solamente si pertrechamos a estos con el gran ideal, la inflexible fe revolucionaria y el indomable espíritu que caracterizaban al Partido que se fundaba, podemos conquistar exitosamente la meta de dicha formación y dar un gran viraje en la construcción partidista.

Cuando aquel ideal se convierta en el objetivo de la vida y lucha de los cuadros y aquel espíritu y estilo rijan con certeza sus pensamientos y acciones, las filas de cuadros de nuestro Partido se robustecerán como las de auténticos revolucionarios comunistas y la causa de su construcción continuará su avance victorioso ampliando su gran potencial de desarrollo.

A todos los funcionarios les corresponde forjarse en el fragor de su formación revolucionaria, bien conscientes de su misión importante ante la época y la urgente exigencia de la realidad de escribir una gran y nueva historia del Partido del Trabajo de Corea como herederos del ideal y espíritu en cuestión.

Encarnar dicho ideal y espíritu significa asimilar como temperamento natural y la orden principal de la vida la ilimitada lealtad de la primera generación al Partido y la revolución y su espíritu de servicio abnegado al pueblo, y actuar siempre en correspondencia con ellos.

El espíritu partidista, el revolucionario y el de beneficiar al pueblo, puestos de manifiesto por la generación fundadora del Partido, constituyen los tres temperamentos indispensables que han de poseer los cuadros, miembros de mando de la revolución y pilares principales del Partido.

Les compete cumplir con su responsabilidad y deber como fuerzas medulares en apoyar la idea y dirección del Partido.

Deben ser abanderados ante todo en la defensa cabal de la dignidad y la autoridad de nuestro Partido, prestigio de nuestro Estado y máximo orgullo de nuestro pueblo.

El noble espíritu y los méritos de las generaciones precedentes que las defendieron de forma incondicional, al igual que la revolución, en su penosa y compleja trayectoria, no deben pertenecer solamente al pasado.

Aun en la lucha actual, defender a ultranza la dignidad y la autoridad del Partido ha de ser el punto de partida y el principio fundamental del pensamiento y las actividades de nuestros funcionarios.

En todos los procesos y momentos de la labor y vida se acostumbrarán a detectar faltas en la tarea de absolutizar la autoridad del Partido y tomar medidas de prevención para no cometer errores, por muy pequeños que sean.

En cualquier quehacer antepondrán el aseguramiento de la autoridad del Partido a los éxitos visibles, lo deliberarán con seriedad, lo organizarán y llevarán a la práctica de forma meticulosa.

El espíritu partidista tiene su máxima expresión en materializar de forma incondicional e consecuente las líneas, políticas y resoluciones del Partido.

Cuando se fundaba el Partido, las circunstancias y condiciones eran peores que las actuales y el nivel académico y los antecedentes de los cuadros no eran tan tentadores, pero su concepto y actitud ante la línea y política del Partido, así como su conciencia y sensibilidad políticas estaban a una altura tan elevada que hoy en día nuestros funcionarios deben aprender.

Deben asimilar el mundo espiritual de los revolucionarios de la primera generación y ser combatientes intransigentes en la materialización de las políticas partidistas, por múltiples que sean las pruebas y dificultades.

En la actualidad algunos funcionarios laboran de forma subjetiva y por diletantismo, sin comprender la esencia de la política del Partido, y cometen errores graves, tales como vulgarizarla en el proceso de su materialización e incluso ejecutarla de forma tergiversada, desviándose de la línea política.

En todas las labores se valdrán invariablemente del método de captar correctamente el deseo e intención del Comité Central del Partido, diseñarlas de conformidad con ellos y encontrar la solución de problemas. Harán esfuerzos tesoneros para implementar de forma impecable las resoluciones del Partido sin la mínima concesión ni desviación.

El espíritu partidista de nuestros funcionarios debe ponerse de pleno manifiesto en el fomento de la identificación ideo-política del Partido y la unidad monolítica de las filas revolucionarias.

Hasta ahora mantenemos firmes la unidad y cohesión del Partido y las filas revolucionarias, pero esto no puede ser ninguna razón de que nos vanagloriemos o descuidemos. Ni un momento debemos olvidar que los enemigos dentro y fuera del país acechan la oportunidad y hacen frenéticos esfuerzos para destruir nuestra unidad monolítica.

Conscientes de que preservan en la avanzada la unidad y cohesión del Partido, los funcionarios librarán una lucha de principios e inclemente contra los degenerados ideológicos y del principio de clases y conservarán la pureza ideo-política de las filas revolucionarias.

En todo caso pensarán y actuarán en atención al sistema de la dirección única del Comité Central del Partido, así como combatirán inmediatamente y aplastarán implacablemente las tendencias y manifestaciones negativas como la idolatría, el privilegio y el egoísmo institucional, por muy frívolas que sean.

Ya he dicho antes que los trabajadores deben tratar el asunto de la opinión pública poniéndole tanto cuidado como quien corre sosteniendo en la mano una bandeja de vidrio con una bombilla eléctrica sobre ella. Esto quiere decir que conducir a la opinión pública y mantener la cohesión es una tarea muy difícil que requiere de una constante tensión y vigilancia y de ingentes esfuerzos.

Orientarán y subordinarán literalmente todas las labores a promover la unidad monolítica del Partido y las masas y, en cuanto a los problemas que se plantean, las tratarán imparcialmente bajo el principio partidista y clasista, sopesando correctamente los pros y los contras.

Nuestros funcionarios deben trabajar abnegadamente, con el espíritu revolucionario consecuente.

Nuestro Partido definió como estrategia a nuestro estilo el desarrollo equilibrado y simultáneo de todos los sectores de la construcción socialista, todas las regiones del país y todos los dominios de la economía nacional. Y mientras ejecuta las voluminosas tareas del Plan Quinquenal presentadas por el VIII Congreso del Partido, ha tomado la difícil determinación estratégica de asumir tareas de mediano y largo alcance relacionadas con el progreso rural y el desarrollo de las localidades.

Esta, muestra evidente de la disposición de nuestro Partido de asumir la responsabilidad que le han confiado la época y la revolución y responder a la confianza y esperanza del pueblo, exige a todos nuestros funcionarios trabajar con convicción y voluntad redobladas, perseverancia y abnegación.

Como constatan las vidas de muchos militantes leales que sostuvieron y sostienen con firmeza la causa del Partido desde su fundación hasta la fecha, un revolucionario verdadero es aquel combatiente que supera las dificultades con la fe y el optimismo y se entrega hasta el fin a la empresa sagrada por el bien de la patria y el pueblo.

Quien no tiene fe ni optimismo en el futuro, no se siente orgulloso de hacer la revolución, vacila con facilidad ante las dificultades y pruebas y es incapaz de vencer las crisis que enfrenta.

Los funcionarios deben estar bien enterados de la superioridad absoluta del socialismo a nuestro estilo y la realidad actual que aseguran el futuro luminoso del progreso integral del Estado, así como materializar a carta cabal las resoluciones del Congreso del Partido, los plenos de su Comité Central y las reuniones de su Buró Político, superando todos los retos y obstáculos con el espíritu revolucionario de apoyo en las propias fuerzas y de la perseverancia.

Urge poner de manifiesto el alto sentido de responsabilidad y la gran abnegación en el desempeño de sus funciones.

El espíritu revolucionario es precisamente la elevada percepción de la responsabilidad y la plena consagración.

La época actual en que se impulsa una magna empresa de creación, sin precedentes en nuestra historia de la construcción socialista, demanda a funcionarios con alto sentido de responsabilidad y prácticos que producen resultados notables con el despliegue audaz, la lucha tenaz y la ejecución cabal.

Sin embargo, unos funcionarios no superan la irresponsabilidad en el trabajo al descuidar el cumplimiento de sus funciones pecando el formalismo, el oportunismo y el conservadurismo, lo cual impide nuestro avance.

Con una posición firme de que se responsabilizan enteramente de su trabajo ante el Partido y el Estado, meditarán a toda hora y harán tesoneros esfuerzos para alanzar mejores éxitos y resultados más sustanciales.

Llevar voluntariamente sobre los hombros las tareas difíciles si es para la revolución, sin eludir la responsabilidad ni pensar primero en él tanteando la probabilidad de éxito, es una actitud digna de un revolucionario auténtico y una conciencia propia de un dueño

Deben superar la falta de interés y el egoísmo con que ignoran los problemas que no son de su incumbencia y adoptar una actitud propia de un trabajador que analiza y maneja todos los problemas a favor de los intereses del Partido y el Estado.

Nuestros funcionarios deben ser fieles servidores del pueblo que laboran en su beneficio.

La esencia del ideal y espíritu del periodo de la fundación de nuestro Partido es la prioridad de las masas populares.

Ya en los primeros días que siguieron a la fundación del Partido los comunistas coreanos grabaron en la sagrada bandera roja el sublime ideal de levantar sobre el territorio patrio un nuevo mundo donde el pueblo es su dueño, la convicción y voluntad de sacrificarse gustosamente por su bien.

Los casi 80 años de nuestra lucha en defensa de la bandera roja, símbolo del ideal y espíritu ya mencionados son una historia en que preservamos firmemente el carácter y la naturaleza intrínseca del genuino partido del pueblo. En este trayecto nuestro Partido lanzó la ambiciosa idea de conceder prioridad a las masas populares, que no se ha visto jamás en la historia de la política de los partidos gobernantes socialistas.

Esta idea no es una consigna abstracta sino un credo político típico de nuestro Partido que se plasma concretamente en todas sus líneas y políticas y con el que todo nuestro pueblo simpatiza a través de sus vivencias.

Los partidos en el poder de otros países socialistas jamás pueden establecer ni imitar el estilo con que nuestro Partido elabora y ejecuta sin falta las políticas de gran magnitud y largo alcance para hacer realidad el sueño e ideal del pueblo pese a las múltiples dificultades y se compenetra más y comparte las alegrías y las penas con él.

Priorizar a las masas populares es la naturaleza intrínseca de nuestro Partido y la fuente de su absoluta capacidad de gobierno.

El espíritu a favor del pueblo debe manifestarse entre nuestros funcionarios mediante el sincero apoyo de la política del Comité Central del Partido de conceder prioridad a las masas populares y en su servicio total a él.

Ante todo, los funcionarios deben tener una correcta posición y actitud ante el pueblo.

Es obvio que un funcionario que tenga un concepto erróneo del pueblo no puede respetarle ni servirle.

Nuestro Partido ha realizado méritos relevantes y perpetuos, pues desde los primeros días de su fundación ha luchado fiel a su obligación natural de enaltecer al pueblo como el cielo y servirle a él y de esta manera cuenta con su apoyo y confianza absolutos aunque pase el tiempo y se sucedan las generaciones.

No se puede hablar ni concebir ninguna línea, política, lucha y hazaña de un partido que se haya apartado del pueblo, ni de la valía de ningún funcionario que se haya alejado de él.

Los funcionarios nunca deben descartar el criterio de que existen para el pueblo y de ningún modo viceversa ni renunciar a la disposición de santificarlo y enaltecerlo como su maestro en cualquier momento, en cualquier caso y en cualquier circunstancia.

En su histórico VIII Congreso nuestro Partido instó particularmente a enarbolar la consigna de Iminwichon (considerar al pueblo como el cielo), junto con las de la unidad monolítica y el apoyo en las propias fuerzas, y lo proclamó ante el mundo. Los funcionarios deben hacer suya esta verdadera intención del Partido, ser en sumo grado modestos y honrados ante él y siempre leales al deber de ser sus servidores.

Recientemente adoptamos una medida drástica que patentiza la voluntad de nuestro Partido de considerar al pueblo como cielo, consistente en trasladar a Pyongyang, la capital, a los habitantes de las zonas afectadas por las inundaciones con miras a cuidarlos con todo esmero y educar a los pequeños, así como añadirle a la política del desarrollo de las localidades la construcción de modernas instalaciones de salud pública, centros de ciencias, educación y cultura y establecimientos de administración de cereales.

Siempre y cuando organizamos un trabajo, debemos reparar en que no contraviene las exigencias e intereses del pueblo y no causa molestias al pueblo y tratar los problemas pendientes poniéndonos en el lugar del pueblo y a favor de su comodidad y el fomento de su bienestar.

Teniendo en alta estima la inmensa confianza del pueblo que llama madre al PTC, los funcionarios han de asumir como deber principal realizar nuevos trabajos en aras del pueblo y solucionar ante todo los problemas apremiantes que afectan al pueblo.

Para poseer cualidades que desea el Partido, es particularmente importante hablar y actuar apropiadamente.

Con harta frecuencia advierto que la conducta moral de los funcionarios es una seria cuestión de carácter político directamente relacionada con el prestigio del Partido.

Enfatizo una vez más que una palabra o un acto indebidos de ellos ante el pueblo pueden desprestigiar al Partido y apartar de él a las masas.

Al sentar la sólida base del Partido incipiente y elevar su autoridad, los mártires revolucionarios realizaron proezas dignas de la alabanza de las multitudes. Sin embargo, nunca se distanciaron del pueblo y cimentaron un estilo sano del Partido con su original espíritu a favor del pueblo y método de trabajo con las masas.

A las personas, no importa que sean muchas o una sola, siempre deben tratarlas cortésmente y con el semblante sonriente y, aunque hayan cometido el error, deben aconsejarles y conducirlos de todo corazón.

Serán siempre modestos, se compaginarán sin cumplido con las masas y reflejarán en cada palabra y conducta las nobles cualidades morales y los cálidos sentimientos humanitarios.

Hay que continuar con intensidad la lucha contra el abuso de autoridad, el burocratismo y los actos ilícitos y corruptos, objetos principales de lucha radicalmente opuestos al ideal y espíritu del período de la fundación del Partido.

Los funcionarios no deben esperar para ellos un trato excepcional considerándose a sí mismos como privilegiados ni perseguir los intereses privados, sino acostumbrarse a convivir con el pueblo.

Mucho ha cambiado desde que se fundó el Partido hasta la actualidad, pero no ha cambiado el modo de ser y actuar de nuestro Partido que comparte las penas y alegrías con las masas y encabeza al pueblo en la lucha.

Teniendo bien presente que su abuso de autoridad, burocratismo y actos ilícitos y corruptos, por muy insignificantes que parezcan, causan estragos al Partido y mancillan su vida política, se controlarán, serán exigentes consigo mismos y obrarán con modestia y humildad.

Además, uno debe aconsejar y ayudar a sus colegas de modo que ni él ni estos pequen faltas como el abuso de autoridad, el burocratismo y la corrupción, así como concientizar y educar en todo momento a los familiares y parientes para que entre ellos no surjan prácticas negativas.

Es preciso que nuestros funcionarios intensifiquen el estudio para ser revolucionarios comunistas que encarnan el ideal y el espíritu del periodo de la fundación del Partido.

Se trata del primer procedimiento para inculcarles el espíritu partidista, el revolucionario y el popular y forjarlos constantemente y un método importante de la formación revolucionaria de los cuadros.

Al conocer a las claras que intensificar el estudio es una exigencia indispensable para la forja del espíritu partidista y la superación del revolucionario, estudiarán de manera consciente, constante y sustancial.

Ante todo, deben prestar atención primordial al estudio para armarse con el lineamiento y la política del Partido.

Como bandera orientadora de la causa del Juche hacia la victoria, la ideología revolucionaria de nuestro Partido ilumina el rumbo más correcto para abrir una época de mayor esplendor de la construcción partidista y la prosperidad del Estado.

Bien conscientes de que sin conocer la ideología y la política del Partido no pueden cumplir debidamente las tareas asignadas a ellos por el Partido, respirar el mismo aire ni dar los mismos pasos que el Partido en el avance de la época, deben prestar primordial atención a ese estudio.

Les incumbe estudiar los documentos del Partido en su aspecto histórico, de forma sistemática y global y a fondo, para poder pertrecharse firmemente con la ideología revolucionaria de nuestro Partido y asimilarla como su firme convicción.

En particular, han de profundizar en el estudio de las políticas actuales del Partido como la del desarrollo de las localidades, para así comprender exactamente su esencia, captar en ella las tareas de su incumbencia y tomar medidas concretas de su ejecución.

El asunto de especial importancia en pertrecharse con las ideas y teorías del Partido es estudiar de manera sustancial el lineamiento acerca de la construcción partidista en la etapa actual.

Guardando en lo hondo del corazón el propósito del Comité Central del Partido de abrir una nueva era de la construcción partidista heredando el ideal y el espíritu del periodo de su fundación, deben estudiar con asiduidad y aplicación los cinco puntos del lineamiento de la construcción partidista, adoptar como convicción la esencia, originalidad, justeza y gran vitalidad del lineamiento y encontrar las maneras de ponerlas en práctica.

Es necesario profundizar en el estudio de la historia de la fundación y el desarrollo de nuestro Partido.

La nueva era de auge de la construcción partidista debe comenzar con el empeño de los funcionarios de asimilar esa historia y aprender del noble mundo espiritual de los mártires que hicieron aportes excepcionales al inicio y el desarrollo de la causa original de su construcción. Esta es una exigencia del Partido.

Todos los funcionarios estudiarán de manera sustancial y con diversas formas y métodos la historia del Partido para conocer a las claras, como si lo hubieran vivido, cómo la primera generación de la revolución inició y culminó exitosamente la gran obra de la construcción partidista recorriendo una trayectoria sumamente ardua y dificultosa y cómo las segunda y tercera generaciones lucharon heredando el espíritu de la primera.

Deben comprender profundamente qué alto precio tuvieron que pagar para establecer la historia y la tradición de la unidad y cohesión de nuestro Partido, sin parangón en la historia de la construcción de partidos gobernantes socialistas, y cómo los combatientes de las viejas generaciones defendieron el Comité Central del Partido y la revolución cuando esta afrontaba duras pruebas.

A fin de prepararse como revolucionarios comunistas imbuidos del ya referido ideal y el espíritu, los funcionarios deben cultivarse y forjarse de manera revolucionaria.

La vida partidista es un centro de educación revolucionaria y un crisol para la forja revolucionaria en que los funcionarios perciben y consolidan el espíritu partidista, revolucionario y popular.

Los funcionarios, conscientes de que cualquiera que lleva una vida partidista negligente y no se forja constantemente el espíritu partidista se convierte inadvertidamente en el traidor a la revolución y la nación, deben participar a conciencia y con honestidad en la vida partidista, elevando y educando el espíritu partidista y su cualidad revolucionaria.

Para los funcionarios, participar honestamente en la vida partidista como militantes comunes, con una elevada concepción sobre la organización partidista, no es solamente un deber estipulado en los estatutos del Partido sino también un proceso de cultivar los rasgos propios del revolucionario.

Les incumbe aprender del noble ejemplo de los combatientes revolucionarios antijaponeses que para forjar el espíritu partidista hicieron de su propia voluntad el balance de la vida partidista aun en medio de la sucesión de combates y marchas, tratar con respeto las organizaciones partidistas y adoptar una gran responsabilidad en el cumplimiento de las resoluciones del Partido.

Al participar a conciencia y con sinceridad en la reunión partidista, el balance de la vida partidista y el estudio partidista, han de habituarse a someter su trabajo y vida a la disciplina partidista y esforzarse de modo consciente por recibir su dirección y control.

En el crisol de la crítica y lucha ideológica se forjarán ideológicamente y completarán su formación como militantes.

La introspección y la crítica de principios basada en la camaradería son el tónico político más reconfortante que contribuye a que nuestros funcionarios redoblen los esfuerzos, plenamente conscientes de su deber como militantes y revolucionarios. La lucha ideológica es la esencia de su formación revolucionaria.

Los funcionarios examinarán a conciencia su vida partidista, siempre con los estatutos y normas del Partido como cartabón, y plantearán de buena voluntad sus errores ante la organización partidista y los corregirán con audacia.

Si encuentran un error en sus compañeros, los criticarán ateniéndose a la ideología, política y disciplina partidistas y al principio y no se limitarán a ello, sino los ayudarán de corazón para que se rectifiquen.

El éxito o el fracaso de la formación de los funcionarios como verdaderos revolucionarios comunistas que encarnen el ideal y el espíritu del período de la fundación del Partido dependen en gran medida del papel de las organizaciones partidistas.

No basta con la elevada conciencia para llevar a feliz término la labor de elevar el espíritu partidista, revolucionario y popular de los funcionarios.

Si se perdonan la falta de organización, la indisciplina y otras prácticas negativas de los funcionarios y no se toma ninguna medida al respecto, no se pueden mantener hasta el fin el ideal y el espíritu mencionados ni garantizar el futuro del Partido y la revolución.

Las organizaciones partidistas de todos los niveles, conscientes de que la formación revolucionaria de los funcionarios es una tarea importantísima relacionada directamente con la existencia del Partido y el éxito de la causa socialista, deben intensificar la educación y el control sobre ellos y establecer una rigurosa disciplina y orden en el seno del Partido.

Es preciso exigir a los funcionarios que sepan las normas y el orden en el seno del Partido y actúen según ellos, así como controlarlos y dirigirlos con rigor para que tracen planes concretos de las actividades que los ayuden a volcar los esfuerzos al cumplimiento de las tareas y obtener resultados apreciables y que trabajen según esos planes.

Deben educarlos y controlarlos de manera que no actúen en detrimento del principio y la disciplina partidistas en la dirección de unidades inferiores o en su vida cotidiana y, siempre que surjan fenómenos negativos, no los tolerarán sino los cuestionarán para que los corrijan.

Elaborarán los métodos pormenorizados para dotarlos con la conciencia revolucionaria conforme a la exigencia del desarrollo de la revolución y el nivel de su preparación, los aplicarán y los perfeccionarán de forma ininterrumpida, rectificando oportunamente las desviaciones que se cometen en ese proceso.

El que viene es un año significativo en que se cumple el aniversario 80 de la fundación de nuestro glorioso Partido y al mismo tiempo es un año muy importante en que se concluyen las labores del VIII período del Comité Central del Partido.

Desde ahora debemos hacer bien los preparativos para celebrar con solemnidad el aniversario del Partido como un gran festival político que con gran orgullo hará un recuento de su historia más larga como organización política gobernante en el sistema socialista y que marcará un hito en la tarea de abrir una nueva y gran era del fortalecimiento del Partido y la construcción del Estado.

Además, debemos completar exitosamente las tareas políticas lanzadas por el VIII Congreso del Partido.

Todos los funcionarios encarnarán el ideal y el espíritu del período de la fundación del Partido y serán fieles a las responsabilidades y deberes de los miembros de mando de la revolución en empeño actual de abrir la época más espléndida del fortalecimiento de todo el Partido y la prosperidad del Estado.

Nuestros esfuerzos por anticipar el triunfo de la construcción socialista y comunista heredando el más noble y sagrado ideal y espíritu, prosiguen con más vigor y firmeza, gracias a la confianza y el ánimo redoblado.

Tanto el significado del inicio de la causa del PTC como su victoria son auténticos.

El gran espíritu de los mártires nos alienta.

Fomentemos todos el auge de la revolución de la nueva era traduciendo con el esfuerzo redoblado y dignos resultados de trabajo el gran orgullo y responsabilidad de ser pilares fundamentales del gran Partido y miembros de mando de la revolución. -0-

www.kcna.kp (2024.10.11.)